Amigos:
Muchos acontecimientos y sorpresas han surcado mi vida en los últimos meses.
El viaje a California y Nevada, han sido los primeros. Nervios por el inicio de un viaje larguísimo. Desde Madrid, fueron doce horas de vuelo. Mis amigos que me esperaban en el aeropuerto de Los Ángeles, más nerviosos que yo, me advirtieron de que no bajara nada de la comida que nos sirvieron en el avión y yo por supuesto les obedecí. Otra amiga me advirtió de que me llevara algo para picar durante el vuelo, que las compañías aéreas ahora se habían vuelto tacañas a la hora de dar de comer al personal, y yo, pues haciéndole caso a todos me llevé unas tortitas con jamón serrano que compré en Mercadona y que abrí en el aeropuerto antes de embarcar y que se quedaron olvidadas en el bolso, porque en el avión la atención a los pasajeros fue inmejorable. Iberia es Iberia.
Al aterrizar en el aeropuerto de Los Ángeles, pasé rápido el control de pasaportes y un americano con aspecto mejicano me habló en español.
–¿Es la primera vez que visita este país?,
–Oh, sí, la primera y espero que no sea la última, –yo intentando ser simpática.
Después de la foto y la toma de huellas (o de tocar el piano como diría un detective, que de criminales sé un rato) me devolvieron el pasaporte y seguí mi camino para recoger el equipaje. Cuando esperaba en la cinta 5 la salida de la maleta, un perro pastor alemán se acercó a mí oliéndome el bolso. ¡Qué raro!, fue lo que pensé. El perro, tiraba con fuerza de la correa del policía que lo custodiaba. Recogí mi maleta de color naranja que se vía a un kilómetro, pues es que soy un poco miope y no sabía lo que me iba a encontrar en semejante aeropuerto, máxime cuando todo el mundo hablaba raro. Fue entonces cuando el poli me hizo un gesto con una frase que no entendí pero que interpreté que quería que lo acompañara. Huy, eso es que habrán preguntado por mí mis amigos, y me van a llevar por un camino más corto a la salida.
Pasé a una pequeña habitación y con gestos me hicieron abrir la maleta. Y la abrí, no tenía opción. Entre el cansancio del viaje y pensando en que me estaban esperando me puse nerviosa, cosa que aquellos señores interpretaron como que escondía algo. Así que pedí un interprete y enseguida los mismos policías me hablaron en español, cosa que no entendí, y me pregunté por qué no lo habían hecho antes al pedirme el pasaporte. En la maleta no había nada sospechoso, solo unos botes de salsas para el arroz. Nada importante. Estaban cerradas al vacío y no me dijeron nada. El perro seguía gruñendo a mi lado así que abrí mi bolso y aparecieron las tortitas con sabor jamón que habían quedado olvidadas en el fondo del enorme bolso. Si estos animales conocen bien el olor y el sabor pues me da que pensar, será que viven comiendo jamón y ¿están entrenados para detectarlo? Bueno, ni lo sé ni me importa. Solo quería salir de allí corriendo, por mí que se quedaran con el jamón y les diera un cólico de tres días.
–¿Es que no sabe usted que está prohibido entrar puerco en el país?, –me preguntaron.
–¿Puerco?, pero si son unas tortitas con sabor jamón, no es jamón de verdad. Esas tortitas llevan tanto jamón como yo dinero en mi cuenta bancaria, –les respondí.
Por supuesto que no me escucharon y siguieron diciéndome que había cometido un delito.
–¿What? les respondí.
Solo hablaban hablaban pero yo no escuchaban, me quería ir.
–Oiga quédense con el «jamón» que tengo prisa, me están esperando y estarán preocupados.
–Llámeles por teléfono.
–No puedo, lo he intentado y no funciona, así que me voy. Salvo que ustedes me dejen su teléfono. Total, seguro que tienen tarifa plana, ¿o es que en los Estados Unidos (esta frase dicha con ironía) no saben lo que significa?, o mejor me voy.
Se hicieron los sordos ante mi comentario e inicié el «despegue»,
–Primero tendrá que pagar una sanción.
–Pues póngame la multa que tengo prisa.
–Debe pagarla ahora.
–What? ¿Cuál es la sanción?
Ambos funcionarios se miraron a la cara.
–Se puede ir usted, y por favor no vuelva a entrar en el país con puerco.
–Descuide no volverá a pasar.
Máxime porque no pienso volver a un país que nada más llegar me llevan a un cuarto detenida por unas tortitas con sabor jamón de Mercadona. Si esto me pasa nada más pisar suelo americano, no quiero pensar lo que me espera, menos mal que tengo a mis amigos que me harán olvidar este mal sabor de boca que me han dejado las tortitas con sabor jamón y los policías de aduanas.
En mi próximo capítulo os contaré la odisea de mi estancia en Los Ángeles y Las Vegas, la ciudad del «pecado».
Ya me despido amigos, sigo con la vida y os voy contando.
Hasta muy pronto.
Frase del día: EL ÉXITO NO LLEGA MIENTRAS ESPERAS.
Seguro que el jamón era 5J o Joselito si no, no lo entiendo…🤣🤣🤣
Esos perros están muy bien entrenados, se ve que comen «puerco» a menudo. Y luego no te dejan llevarlo, no hay quien entienda a estos americanos!!