El trece de agosto fue mi cumpleaños y ahí he estado celebrándolo como una quinceañera hasta el dieciséis. Más de cien felicitaciones he recibido, así que no sé por qué me quejo de la soledad del escritor.
Yo sé que si quisiera, al descolgar el teléfono tendría a mi lado a mucha gente que me quiere, pero yo no soy persona de descuelgues. Yo soy de descolgarme más bien.
Hace unos días, sin ir más lejos, me descolgué en el puente que cruza desde la entrada del Castillo de Santa Bárbara a la playa del Postiguet . La Policía apareció sin llamarla, por lo menos yo, es que la gente es muy exagerada. Escuchaba el golpe de sus botas correr por encima del puente y me molestaba el ruido horrores, no saben lo que retumba en los oídos es odioso, parecía que el techo se iba a hundir. Y me amenazaron con detenerme si no subía, no porque me pudiera caer, pues contaba con toda la seguridad obligatoria y voluntaria en este caso, o sea, mi integridad no corría ningún peligro.
Así que me encontré con parte del Cuerpo Superior de Policía por encima de mi cabeza rogándome que subiera pues podría causar un accidente cuando algún conductor girara su mirada hacia arriba, o que alguien pensara que me pudiera caer encima de su coche y fastidiarle las vacaciones, (esto último es cosecha propia)
Por cierto, me sinceré con uno de ellos cuando me preguntó por qué lo había hecho. No estaba segura, le respondí, creo que solo necesitaba hacer un acto de valentía y convencerme de manera definitiva que lo era, aunque no estoy segura de haberlo conseguido. Y le conté algunas cosas sobre mi, mientras seguía colgada del techo del puente.
La mujer que como tú ha tenido una vida de lucha y de trabajo, no tiene que demostrar más valentía. Tu valentía te sale por los ojos y por los poros de tu piel. Igual lo que necesitas no es descolgarte para que todos te admiren, sino colgarte de algún cuello y no soltarlo…
Y eso hice, subí y me colgué de su cuello…