Capítulo 22

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Hola, amigos:

Con lo tranquila y apacible que aparentaba ser la isla de Tabarca, solo enturbiada por los graznidos incesantes de las gaviotas que parecía que estaban siempre cabreadas con el mundo, y sin embargo, allí estábamos Marisa y yo temblando de miedo, mirándonos paralizadas y abrazadas sin movernos por miedo a que el muerto se levantara y nos cogiera, mirábamos en todas direcciones, ningún ruido salvo los chapoteos de los bichos que por allí pululaban. ¿Dónde nos habíamos metido? ¿Qué nivel de aburrimiento tendríamos para hacernos detectives por un día? Nivel máximo.
Cuando pudimos, empezamos por comunicarnos solo con gestos, hasta que nos salieron aquellas palabras casi sin sonido. Poco a poco fuimos tranquilizándonos, al fin y al cabo el muerto estaba muerto y no nos podía hacer nada, pero y el asesino, si lo hubiera, ¿dónde estaba?, igual nos estaba mirando.
Nos fuimos acercando al muerto que estaba ya en un estado deplorable de descomposición por el inmenso calor del verano, más que un cadáver, era ya medio cadáver. Lo que nos llamó la atención fue la ropa que se mantenía intacta. Mojada, eso si.
–¿Estás pensando lo mismo que yo, Marisa?
Marisa me miró y asintió.
–¿Es una sotana y alzacuellos?, –preguntó preocupada Marisa.
–Eso parece.
¿Era el cura de esa iglesia? o ¿lo habrían llevado desde tierra a aquella isla?, o ¿le habrían puesto la sotana para despistar? ¿Era conocido en la isla?
Muchas incógnitas se presentaban, así que cuando nos tranquilizamos y después de meditarlo mucho, decidimos quedarnos en la isla a investigar y vivir la aventura que se nos presentaba. Decidimos, aunque nos costó, porque somos muy habladoras Marisa y yo, no contar nada al resto de amigos. Se extrañaron de que nos quedáramos pero al final comprendieron que el sol y la tranquilidad nos ayudaría a volver a la vida con más energía y así nos quedamos a solas con los empadronados y podríamos investigar con más seguridad.

El Padre Carmelo, se había jubilado hacía unos días y en teoría se había marchado a Alicante a disfrutar de su pequeña familia, sus sobrinos y su nieta Carmen con Gala su perra pastor alemán. Allí era feliz cuando de vez en cuando los visitaba. Ahora ya nunca podría hacerlo. En la isla todos pensaban que ya se habría marchado. Todos menos uno, o varios, los asesinos… (continuará)

Me vais a permitir y perdonar que hoy no os hable de mi Conga. He comprendido que ella aunque sea una máquina también tiene su vida. No penséis que me he ablandado, nada de eso, pero últimamente limpia mejor en los rincones y parece que ya no me mira de manera tan altiva ¿Se habrá dado cuenta de que conmigo es con quien mejor está? Como estamos en verano, vamos a hacer como que nos vamos de vacaciones y a la vuelta… decidiré qué hacer con ella. Y mi abogado al que sigo esperando parece que también está de vacaciones.

Pantaleón se ha marchado, volverá me dijo, necesita que le dé un poco el aire con estos calores y creo que anda por la playa. Me confesó que su familia no ha podido venir, les prohibieron la salida en aduanas del aeropuerto de Bogotá, por no sé qué problema legal que no me ha aclarado. Él quiere pedir asilo político aunque eso significa la tramitación de un expediente que puede durar varios meses en resolver. Lo bueno es que durante ese tiempo puede buscarse la vida y no vivir en mis alturas. En cuanto pasen estos calores volverá, mientras tanto se apaciguan los ánimos de las vecinas que andan a la greña entre ellas.

Frase del día: ADMIRA AL GENIO, PERO CON CUIDADO. CUANDO HAY UN GENIO PRESENTE TODO ESTÁ EN PELIGRO.

Sigo con la vida y os voy contando.

2 pensamientos en “Capítulo 22

  1. ¡Así que ahora detective! Eres increíble, Manoli. Ahora quiero saber qué le pasó al cura. No nos hagas esperar mucho. Abrazo de tinta gallega

  2. Historia detectivesca a lo Agatha Christie pero con salero español… Me gusta!! Espero con ganas el desenlace, pero eso de que el cura tiene una nieta… menudo curita Jajaja. Bueno amiga, continúa alegrándonos la vida. Besos de colores desde California.

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