Capítulo 33

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Hola, amigos:

De los tres kilos que tenía que perder este verano, solo me faltan cinco. No me salen las cuentas. Me anima pensar que todavía queda verano por delante y no estoy dispuesta a perder mi propósito, solo a perder lo que me sobra. Es verdad que todavía me quedan secuelas digestivas de las celebraciones por mi cumpleaños. Sí, he cumplido trece. He decidido cumplir trece años, a partir de este todos los años venideros, no es que me sienta por dentro como una niña de trece, más bien de veinte. La elección del trece es porque cumplo el día trece y, ¿qué mejor número para celebrar? Y soplé trece velas con trece deseos, un deseo por vela. Oye y ni tan mal que me va. Ya os contaré.

Leo al final se ha marchado, supongo que habrá sido deportado porque de no ser así seguiría en la cárcel. Por mi parte todo está olvidado salvo mi Conga que todavía no ha aparecido y ya dudo de volverla a ver. La recuerdo altanera, con mirada de soslayo, sorda cuando no le interesaba lo que le decía y muda ante mis amenazas. Y aún así la echo de menos, por lo menos tenía a alguien con quien discutir y se quedaba al cuidado de la casa con mis instrucciones. Sí, ya sé que la robaron, pero no porque ella no cumpliera sino porque un ser al que le había dado mi confianza me traicionó y ella pagó casi todas las consecuencias y ahora me arrepiento de no haberle dado más cariño, poniéndole aceite del bueno para que no rechistara tanto, por ejemplo. Sigo esperándola…

Panta sigue arriba y las vecinas abajo. Estas ya no se esconden para murmurar, lo hacen de frente, me recriminan que a mi edad estoy liada con un joven que mantengo en el sexto a cuerpo de rey. Y no es verdad, porque liada con él no estoy, ya quisiera él, solo es un amigo al que ayudo hasta que se recupere del trance que está sufriendo por la traición de su amigo Leo. La traición también la he sufrido yo, además del robo y no me siento que esté pasándolo tan mal, pero los hombres ya se sabe, sufren demasiado por todo: «que si Leo me ha traicionado, que si me hacían trabajar muchas horas y no lo podía soportar…» Cuando come y bebe no parece estar muy deprimido, le encanta el jamón y el vino tinto de Rioja que le subo todas las noches. Por el día duerme hasta mediodía, luego lo oigo que sube a dormir la siesta. Espero que se recupere pronto y encuentre trabajo que ahora hay mucho en hostelería pero claro no lo puede soportar, ese cuerpo de noventa kilos y 190 centímetros de estatura está flojo para un trabajo tan duro. En fin. En cuanto a las vecinas mejor ni pensar en ellas, los celos y envidias están a la orden del día y es mejor no tenerlas en cuenta, estoy acostumbrada desde siempre a despertar los celos en los demás.

En cuanto al muerto que ando buscando, ni aparece, no sé qué pasa, ¿qué ocurre? me pregunto, es que este verano ¿no matan a nadie?, pues qué decepción, una esperando un asesinato para ayudar y colaborar con la policía y les pregunto y me dicen que no hay nada interesante, que Alicante es muy tranquila, jajajajaja. Voy a tener que tomármelo más en serio e ir por delante de la policía, no sé, no me fio de que me estén diciendo la verdad. Con lo bien que me llevo con ese Cuerpo, ¡qué gran Cuerpo!

Sigo con la vida y os voy contando.

Hasta pronto, amigos.

SI NO ME RINDO, EL RESULTADO CAMBIARÁ.

2 pensamientos en “Capítulo 33

  1. Por lo menos te quedan por perder sólo cinco, que a algunas nos quedan más Jajaja.
    No pierdas la esperanza y te olvides de la Conga, que el día menos pensado aparece arrastrando su garboso cuerpo en la puerta de tu piso.
    Sigue con la vida, como tú dices, y endulzando las nuestras con tus escritos. Un besazo.

    1. Gracias Mari Carmen, no pierdo la esperanza, ni con los kilos ni con mi Conga.
      Y no te preocupes, no pienso abandonar a mis seguidores en mi camino por la vida. La vida es una tómbola, como decía Marisol, y yo voy a seguir apostando.
      Besos de tinta.

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