MAR DE LLAMAS

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Clara voló desde Alicante a Lijubljana capital de Eslovenia aquel frio otoño con el fin de cursar su último curso de la carrera de TADE (Turismo y Administración y Dirección de Empresas). Lo decidió rápido, se quedó vacante una de las becas Erasmus y se marchó, así perfeccionaría su inglés y podría aprender un nuevo idioma, –pensó.

Atrás dejó además de a su familia, a Eduardo su novio y compañero de facultad, un chico alto, de origen francés, con la sonrisa abierta y lleno de pecas, quien no había tenido la misma oportunidad que se le presentó a Clara y debía quedarse a terminar su carrera en España.

Clara nunca había podido viajar debido a la precaria economía familiar. Su padre Antonio era mecánico, y su madre Carmen además de ama de casa hacía composturas de ropa en su casa. Sin embargo, con la beca Erasmus, a Clara se le abrió un mundo nuevo y algunos de sus sueños parecía que iban a hacerse realidad. El chico de las pecas sin embargo provenía de familia acomodada y hasta tenía trabajo asegurado al terminar su carrera en alguno de los hoteles que la familia tenía distribuidos por distintas zonas de Europa. Por ello había elegido esa carrera. Su padre, Ettiene era un reputado empresario, un gemólogo reconocido pues siempre había sido pasión. Su madre Alicia, sin embargo, se dedicaba a sus chismes de ida y vuelta, a mantener el orden en la familia y organizar eventos sociales aquí y allá.

La Universidad Rey Alejandro de Eslovenia databa de 1920 y se encontraba en la Plaza de Kongresni de Lijubljana. De estilo neoclásico causó un gran impacto ante la mirada de Clara el primer día que la vio y casi no pudo dormir.

En la habitación de la residencia universitaria donde se hospedaba le tocó como compañera a una chica francesa de origen alemán llamada Jutta, que estudiaba la misma carrera en la Universidad y con la que congenió casi de inmediato. Jutta contó que para ella también era todo nuevo pues nunca había salido del entorno de su ciudad natal, Saint Malò, aunque ahora vivía en París.

Las clases marcharon conforme esperó y al cabo de dos meses su inglés se había convertido en casi su primera lengua pues lo hablaba sin darse cuenta.

La nieve surcaba el invierno y pronto sería Navidad recordó:

–Qué ganas tengo de volver a casa para Navidad, Jutta, –dijo Clara.

–Yo también lo deseo, echo tanto de menos a mi familia y sobre todo a mi novio Werner, mi policía preferido…, –suspiró Jutta.

Les gustaba salir a las dos juntas cuando sus estudios se lo permitían y se dedicaron a visitar museos, parques, como el Tívoli lleno de rutas para recorrer por los caminantes y el entorno natural de Eslovenia, al igual que las cercanías de otros países como Austria, Alemania, Bosnia, Croacia e Italia pues se encontraban muy cerca.

Diciembre despuntaba en el calendario, y a través de unas nubes rotas un sol radiante pidió paso entre ellas.

Las chicas se levantaron temprano y decidieron por fin visitar el lago y la isla de Bled. Una isla pequeña en medio de un lago cuya leyenda perdura en el tiempo. Se dice que en la Iglesia de la Asunción de María de esa pequeña isla se encuentra una campana, llamada “campana de los deseos”. Cuenta la historia que la campana fue ordenada llevar por la viuda del señor del castillo de Bled, asesinado días antes. En el trayecto hacia la isla, la embarcación que la transportaba naufragó, mandando la campana al fondo del lago. Hoy se dice que en días de lluvia, es posible oir la campana sonar desde el fondo del lago.

De leyendas estaba la isla repleta y en particular una de ellas era la que más llamó la atención de Clara. Se trataba del “Mar de Llamas” la piedra preciosa más valiosa jamás encontrada, pero solo era leyenda –pensó Clara. Se decía que “Mar de Llamas” desapareció del Museo de Historia Natural de París poco antes de que la ciudad fuera invadida por los nazis. Una joya que proviene de los derretidos cimientos del mundo, a doscientos cincuenta kilómetros de profundidad. Un cristal tejido sobre otros cristales. Un año, un día, una hora, un enorme borbotón de magma recoge un tejido de cristales y los lleva hacia la superficie durante kilómetros y kilómetros de fuego ardiente para luego enfriarlo en el interior de un fastuoso y
humeante xenolito y espera allí el paso de un siglo tras otro para convertirse en la joya más preciada jamás vista. Desde entonces nadie sabía nada de la piedra. Algunas personas pensaban que era un rumor de guerra, pero Clara quedó pensando en que pudiera ser cierto, bien es verdad que cuando la invasión de los nazis, estos arrasaron todos los museos franceses y se llevaron todo el arte y las joyas que pudieron.

Cuando Clara y Jutta llegaron al lago, no quedaban barcas para trasladarse a la isla así que tuvieron que esperar hasta coger una de ellas por la tarde y aunque no podrían estar todo el tiempo deseado no les importaba. Llegaron sobre las tres de la tarde y pronto anochecería asi que tenían que darse prisa. Subieron a la Iglesia a través de los noventa y nueve escalones de piedra que la separaban. Una vez arriba el espectáculo era fascinante, un castillo se alzaba en lo alto de la colina sobre un acantilado de ciento treinta metros, y las nubes rotas dieron paso a los destellos de la noche, con una luna tímida y perezosa que quería asomar a la noche.

En un lado de la fachada de la Iglesia de la Asunción de María se podía leer en una placa:

“Nuestro agradecimiento infinito al Sr. Leblanc, porque gracias a él y a su misericordia esta Iglesia ha podido ser restaurada para orgullo del pueblo de Bled y la admiración del resto del mundo. Año 2000”.

En un descanso del camino, Clara y Jutta oyeron un disparo a lo lejos y decidieron entrar en la Iglesia. En el suelo se desangraba el sacerdote. Jutta corrió por la iglesia en busca del asesino mientras Clara se apresuró hacia el cuerpo del sacerdote.

–¡Llama a emergencias Jutta!, gritó Clara.

El sacerdote, haciendo un esfuerzo logró articular una frase:

–¡Se han llevado el “Mar de Llamas”! Es muy peligroso, deben buscarlo y guardarlo para siempre. Está maldito.
Instantes después murió.
Werner apareció de la nada. Sin tiempo de abrazos, Jutta y Werner corrieron en busca del asesino, hasta que lo encontraron cerca de la orilla del lago, escondido en el frondoso bosque. Se tratata de Ettiene Leblanc, reconocido empresario, gemólogo francés afincado en Alicante y ladrón de joyas.

Clara al descubrirlo gritó:

¿Tú? ¿Como has podido? ¿Qué significa todo esto?

Jutta y Werner policías franceses de origen alemán, perseguían desde hace años al gemólogo Leblanc, pero no tenían pruebas de sus andanzas hasta que un confidente alertó a Werner de la posibilidad del robo. Poca gente sabía que “Mar de Llamas” la custodiaba en aquel momento un sacerdote en una isla perdida de Eslovenia.

Una adolescente hija del cerrajero del Museo de París la depositó en las manos del sacerdote al terminar la Segunda Guerra Mundial, con el fin de que nunca nadie pudiera encontrarla creyendo a través de la historia que había desaparecido para siempre pues escondía el secreto de la muerte. Quien la poseyera viviría eternamente, pero traería la tragedia y la muerte a los suyos.

Todo estaba estudiado. Jutta y Werner detectives y compañeros de la policía francesa en París lo tenían bien planeado. No obstante, tuvieron que cambiar los planes al conocer el desplazamiento de Clara a estudiar a la Universidad de de Lijubljana en lugar del chico de las pecas a quien esperaban.

Un año después, Clara subió los noventa y nueve escalones de piedra en brazos de su novio como mandaba la tradición para demostrar que su hombre era fuerte y robusto para mantener y proteger a la mujer. Cuando él la soltó de sus brazos, ella lo miraba embelesada … y Werner le tomó la mano para recorrer juntos el camino hasta la iglesia.

1 pensamiento en “MAR DE LLAMAS

  1. Interesante. Un corto relato donde puedes viajar en ese maravilloso entorno asi como entrar en una historia donde no te imaginas los acontecimientos y final…..

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